Ya me han contado lo del placer de estrenar, el olor de las cosas nuevas, la fascinación casi infantil por abrir la caja y sacar el objeto de tus deseos . A mi siempre me ha pasado lo mismo: Me gustan mis cosas viejas. Es más, casi prefiero comprarme una cámara usada que una nueva, algo que ya tiene una vida a algo que esta por estrenar. Pensándolo bien es una forma estupenda de dividir el mundo en dos: Los que prefieren estrenar, los que prefieren los objetos con historia.
De rebote, me vienen a la memoria las fotos que vi en cameraquest (la página de un apasionado de las cámaras clásicas, reconvertido en comerciante, o sea algo así como un yonqui que se convierte en camello para poder seguir con su vicio) de la Leica que uso Garry Winogrand hasta su muerte. Por ejemplo:
Impresiona el desgaste de la zona en que se apoyan las manos, las esquinas melladas, las paredes oxidadas. Winogrand era un adicto, dejó miles de carretes sin revelar a su muerte. Todos los días fotografiaba, apretaba el botón sin parar, confiando en hacer una gran foto por lo menos. Dejó una obra inmensa y sobresaliente. Me imagino que la Leica de Cartier Bresson debería ser también un trasto viejo, con las partes cromadas cubiertas con cinta aislante y las huellas del uso por todas partes. Preferiría comprar una de estas a una M8 nueva. Por si es verdad que algo de ellos se traspasó a sus herramientas y se me pega a mi...
Boton de muestra del trabajo de Winogrand... Aunque se le conoce por su obra en blanco y negro, no puedo resistirme a esta foto en color...
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