Publio López Mondejar es una de esas raras personas que solo con su entusiasmo y su capacidad de trabajo son capaces de transformar una realidad. Cuando hace mas de 30 años se puso a recuperar fotografias antiguas y a convencer a los españoles de que su memoria era importante y que esos pedacitos de cartón que tenian abandonados en sus casas e instituciones eran en realidad significativas obras de arte, predicaba en el desierto. En estas tres décadas un porcentaje abrumadoramente mayoritario de los grandes libros sobre la historia de nuestra fotografia, y las exposiciones que han hecho época, llevan su firma.
Hace unos dias ha ingresado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, lo que supone un reconocimiento más que merecido. Incluso alguien como yo, descreido y poco amigo de instituciones académicas y glorias mundanas tiene que admitir que en esta ocasión, los académicos han estado acertados. A lo mejor ahora consigue que el gobierno le escuche y cree el Centro Nacional de la Fotografia por el que tanto suspira.
Hace unos dias ha ingresado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, lo que supone un reconocimiento más que merecido. Incluso alguien como yo, descreido y poco amigo de instituciones académicas y glorias mundanas tiene que admitir que en esta ocasión, los académicos han estado acertados. A lo mejor ahora consigue que el gobierno le escuche y cree el Centro Nacional de la Fotografia por el que tanto suspira.
Antonio Muñoz Molina le dedica un hermoso articulo en El Pais, en el que retoma las recientes declaraciones del nombrado. Una pieza que mezcla arte, lucha de clases, artesaníaa, izquierda y fotografía tenia que necesariamente que emocionarme... Cito:
La injusticia que subleva a Publio López Mondéjar es la falta de consideración hacia el trabajo de los grandes artesanos de la fotografía española, muchos de ellos anónimos, otros olvidados, todos sometidos a dosis variables de desdén por haberse dedicado no a la celebración de la propia egolatría sino a la tarea de retratar el mundo, la vida que está sucediendo delante de nuestros ojos y en ese mismo momento se deshace en olvido...
Cuestión de clases: los héroes de López Mondéjar son trabajadores que no se dedican a la fotografía para dar rienda suelta a las exquisiteces de su alma sino para ganarse honradamente la vida...
Cuestión de clases: en las salas de los museos la pintura preserva casi exclusivamente las caras de los poderosos; si aparecen los pobres, los campesinos, los indigentes, es -salvo en Velázquez- como personajes de caricatura. Gracias a la fotografía irrumpen perdurablemente los trabajadores y la gente común en la memoria colectiva, igual que sólo desde la invención del fonógrafo hay constancia directa de la música popular. A mediados del siglo XIX la fotografía desbarató las mentiras de la literatura y de la pintura y contó por primera vez de verdad el espanto de la guerra, en la que los hijos de los pobres mueren en masa y de cualquier manera. Si no hubiera sido por las cámaras de los fotógrafos no quedarían testimonios visuales de los infiernos del último siglo: tampoco de las ciudades, de los barrios vibrantes, de las densas vidas populares que fueron borradas por invasiones y bombardeos.
Cuestión de clases: los héroes de López Mondéjar son trabajadores que no se dedican a la fotografía para dar rienda suelta a las exquisiteces de su alma sino para ganarse honradamente la vida...
Cuestión de clases: en las salas de los museos la pintura preserva casi exclusivamente las caras de los poderosos; si aparecen los pobres, los campesinos, los indigentes, es -salvo en Velázquez- como personajes de caricatura. Gracias a la fotografía irrumpen perdurablemente los trabajadores y la gente común en la memoria colectiva, igual que sólo desde la invención del fonógrafo hay constancia directa de la música popular. A mediados del siglo XIX la fotografía desbarató las mentiras de la literatura y de la pintura y contó por primera vez de verdad el espanto de la guerra, en la que los hijos de los pobres mueren en masa y de cualquier manera. Si no hubiera sido por las cámaras de los fotógrafos no quedarían testimonios visuales de los infiernos del último siglo: tampoco de las ciudades, de los barrios vibrantes, de las densas vidas populares que fueron borradas por invasiones y bombardeos.
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