Maria de la Iglesia retrata "su pueblo", el pueblo del que salió su familia y al que prácticamente no había vuelto hasta que se decidió a fotografiarlo, y produce una especie de monumento a un mundo agónico que se disuelve en el siglo XXI como un azucarillo. Es Rabanales de Aliste, en Zamora, pero podría ser cualquiera de los 3.000 pueblos de España que pasan por un trance similar y, desde luego, cualquiera de los que se han cruzado en mi vida últimamente: Las viudas, las mesas camillas con sus hules y sus braseros, las bestias, los trastos abandonados, los aperos que dan fe de una actividad ya escasa, los paisajes, alguna pareja un punto mas joven, seguramente los héroes del dia que han decidido refugiarse alli, coches oxidados y carteles de negocios abandonados, los restos del naufragio del último intento modernizador, alguna imagen de felicidad...
Un trabajo emocionante de una fotógafa con luz propia. En algún lugar la he leido diciendo que busca
la estética deformada que mencionaba Valle Inclán como el mejor camino
para retratar España. Yo no la veo por ninguna parte, veo mas bien un
trabajo hecho desde la empatía por los retratados que señala al consuelo
y la esperanza.
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