Ultimamente me encuentro mucho con fotos de
Ashey Gilbertson. Entre otras cosas, aún estoy bajo el efecto de un reportaje multimedia que ha hecho para el New York Times que explora como contar una historia con fotos en la época de internet.
Gilbertson es de los que echó los dientes en las guerras de Irak y Afganistan. De allí se trajo, además de múltiples premios de la talla de la Medalla de Oro Robert Capa,
un libro de memorias muy apreciado,
Whiskey Tango Foxtrot. Apareció por Iraq al inicio de la invasión, sin cobertura alguna, sin estar afiliado a ningún medio ni empotrado, y documentó como la intervención americana se tradujo en terrorismo, robo, pillaje y caos para, entre otros, el New Tork Times. Estando allí, un marine murió para protegerle, y esa deuda ha informado sus esfuerzos posteriores.
Todo eso, por extraño que parezca, suena ya a historia antigua. La era en que Bush decidió reventar un país que no le había atacado, lo que llevó a cabo con una maestría insuperable, sin dejar una piedra, una institución o una posibilidad de catástrofe sin ejecutar, que dejó mas de un millón de muertos y un sufrimiento que no se puede ni medir, parece algo del pasado remoto. Sin embargo ocurrió hace nada. De hecho ocurre aún. Hoy como entonces, en USA, esa guerras son como algo ajeno. Solo van unos cuantos, militares profesionales, a los que el gobierno negó durante 4 años hasta el mínimo reconocimiento que supone que se vieran sus féretros al llegar a América.
Gilbertson siguió trabajando en las consecuencia de aquella tragedia y el último fruto de esos esfuerzos es otro libro, Bedroom of the fallen (El dormitorio del caído). Ha viajado por USA recogiendo la imagen del dormitorio de algunas de las víctimas de esas guerras. Por parte aliada no fueron demasiadas (unas 5.000, dice en el prólogo, no dice que han muerto mas soldados después, suicidándose, incapaces de superar aquello).
El libro tiene una web
que expone las fotos, panorámicas, blanco y negro con todo detalle,
además de un breve texto sobre el caído. Unas líneas que informan de las
circunstancias de su muerte.
La personalidad del muerto no es demasiado difícil de suponer, viendo esas habitaciones, los detalles, los recuerdos acumulados, las historias, posters y trofeos que los adornan. Puedes hacer zoom sobre ellos y recogerte un momento.
Y la conclusión mas evidente, lo mas sangrante, es que son todos habitaciones de adolescente. Dormitorios en los que refugiaban su intimidad en casas de sus padres. Las guerras, es bien sabido, las organizan los viejos, pero las pelean los jóvenes. En este caso, adolescentes casi, gente que ni siquiera ha iniciado su vida, que salieron de casa de sus padres para morir en tierras lejanas. Pasaron de os trofeos deportivos, los posters de sus ídolos, lo peluches... a los francotiradores, las emboscadas y los suicidas con bomba... Todos tenían 19, 20, 21, 22 años... El mas viejo es un chaval de 27, murió de una sobredosis en la casa de su camello, a la que acudía para mitigar el SSPT
Ashley Gilbert repasa algunas de sus imágenes en este video. Como dice, parece que en cualquier momento, un chaval va a entrar y a sentarse al ordenador a chatear o a hojear alguna de sus revistas..