Me he pasado el fin de semana frustrado con el Brige y el Photoshop, intentando meter en cintura media docena de imágenes que había grabado en RAW en mi cámara. Muy frustrante. No se que le pasa a mi monitor, las imágenes cambian radicalmente de aspecto de un programa a otro. Las abro con el visor Canon de RAWs que venía con la cámara, pero al pasarlas a Photoshop cambia el balance de blancos, el contraste, el brillo, todo. Usando el Bridge para "revelar" el RAW, me paso horas intentando recordar que versión de la foto es la que quería cuando apreté el botón, y sobre todo, calibrar si esa es la mejor. Un horror.
Me hizo pensar en una disuasión que se plantea desde hace años:
¿Se le puede llamar fotografía a esto que hacemos con las cámaras digitales? Mucha gente dice que no y yo empiezo a pensar que tienen razón.
Fotografía quiere decir "escribir con luz". En el sistema fotoquímico, es la luz, concentrada y conducida por un sistema mas o menos complejo de lentes, la que escribe directamente en una superficie sensible. Fox Talbot tituló The Pencil of Nature (el lápiz de la naturaleza) al primer libro de fotografía publicado. El concepto esta claro: La naturaleza dibuja directamente su imagen. Automático, natural, directo. ¿Qué queda de eso tan mágico ahora, en los procesos digitales? Nada, o casi nada.
Ahora la imagen se proyecta en un chip que genera una serie de voltajes correspondientes a cada punto del mismo. Pero ese voltaje no quiere decir nada, hay que interpretarlo. Para hacerlo se ha inventado el filtro de Bayer, que combina mediante unos algoritmos muy variables cuatro contiguos filtrados con los colores primarios (Dos pixels verdes, uno rojo, uno azul). Realmente, cada punto debería ser muestreado con tres pixels, uno por cada color elemental. O sea, que de los X millones de pixels que tiene tu cámara, la mitad solo registran el verde, una cuarta parte el rojo y otra el azul. Lo importante ocurre a partir de ahí, se pone en marcha un filtro de reconstrucción que fabrica una imagen. Miles de operaciones matemáticas que comparan, combinan, analizan voltajes: los de un pixel con los de al lado, con el valor medio a una temperatura dada, etc., que interpretan matices, contraste, tonos de color... Si trabajas en RAW grabas directamente los valores que salen del chip. Si lo haces en JPEG, la cámara procesa esa información y te ofrece un resultado mas o menos fijado.
¿Que ocurre? Que realmente la imagen nunca llega a existir del todo. No "es". Se fabrica, y el proceso es definitorio todo el camino. Todo es provisional todo el tiempo.
Luego abres tu programa de edición de imágenes y ¿que ocurre entonces?: Que puedes trabajar sobre cada pixel como un pintor sobre un lienzo en blanco.
Vale, las posibilidades son infinitas, el proceso puede ser mucho mas creativo, pero (un pero enorme) al final dedico mucho mas tiempo a la herramienta que al resultado. Estoy cansado de calibrar, ajustar, verificar y el problema es que ni siquiera siendo meticuloso consigo resultados controlables. Es una pesadilla abrir una imagen "definitiva" y comprobar que no se parece a lo que hiciste, cambiar de impresora y tener que volver a ajustar colores. Por no hablar de la intensa emoción que produce intentar abrir una foto grabada en un CD y que el aparato diga que no puede, que ha encontrado un marcador erróneo o algo igualmente incomprensible.
Yo tenia un sistema, una emulsión para cada tipo de trabajo, un formato, un papel, un filtro, variables controlables. Aún no he conseguido algo así, fácil y fluido, con las nuevas herramientas. Y encima me recuerdan que siempre me suspendían en dibujo...
Estoy pensando seriamente en desempolvar mi vieja Polaroid...