8 horas para trabajar, 8 para vivir, 8 para descansar. Es lo que pedían los obreros que hicieron huelga el primero de mayo de 1886 en todo Estados Unidos. Es lo que pedían los 5 de la foto, en Chicago. El del centro, Louis Lingg, se ahorcó en su celda para ganarle la partida al verdugo, los otros 4 fueron ejecutados en 1887. José Martí, el héroe nacional cubano, lo contó así: "..salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la
sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen
los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja
blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la
concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un
teatro... Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies,
orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su
capucha, Spies grita: "la voz que vais a sofocar será más poderosa en el
futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora». Les bajan las
capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos
caenTrabajaba entonces como corresponsal en Chicago para La Nación, de Buenos Aires. y se balancean en una danza espantable."
El juicio fue una farsa, alimentada por el miedo de los bienpensantes y los ricos al movimiento obrero, que para ellos merecía un castigo ejemplar. Haciendo corta una historia muy larga, la manifestación del 1 fue un éxito. El 3 hubo otra, frente a una fábrica de maquinaria agrícola que había roto con esquiroles la huelga decretada por sus trabajadores cuando la empresa decidió quitarles una parte de su paga para construir una iglesia. La policía la atacó a tiros, asesinando a varios trabajadores, y al dia siguiente se convocó otra para protestar por ello. Fue pacífica, tanto que el alcalde de Chicago, el jefe de la policía, dijo que allí no tenían nada que hacer. Cuando se disolvió y quedaban apenas unos centenares de manifestantes, el oficial al mando decidió que se retrasaban mucho y les atacó. Eran 180 policías y alguien hizo explotar una bomba entre ellos. Murió uno.
Fue una provocación, de la que se culpó inmediatamente a los anarquistas. Se seleccionó a una treintena de sospechosos y finalmente se juzgo a 8. Dos fueron condenados a cadena perpetua, un tercero a 15 años; el resto, a muerte. El juicio fue un linchamiento con liturgia y coartada seudocivilizada. Tanto es así que Albert Parsons, el de la derecha, ni siquiera estuvo en los disturbios y se entregó para estar con sus compañeros, lo que no le libró de ser ejecutado.
Era la época de la carta de visita, retratos de gente famosa que se vendían y coleccionaban. El movimiento obrero era tan popular, tan importante, que hasta era comercial. Esta carta conmemorativa es un ejemplo.
Los mártires fueron rehabilitados pronto, en 1893. El gobernador que lo hizó dejó claro que eran inocentes y se les liberaba por ello y por ningún otro motivo.
Desde entonces se "celebra" el primero de mayo como dia de los trabajadores en casi todo el mundo. En Estados Unidos, como eso significaría repetir este cuento y conmemorar esos crímenes, se eligió al azar un día de septiembre, que no tiene connotaciones y no es mas que un dia mas de vacaciones.
Eso si, como es un pais tan raro, en el
Museo de Historia de Chicago, por ejemplo, le dedica una exposición permanente, y en la plaza hay una placa conmemorativa. Impensable en España, dónde no existe, que yo sepa, un solo museo que haga referencia a cualquiera de los miles de tragedias que han sufrido los trabajadores.
Ahora estás cosas ya no pasan. No es necesario. Los que lo hacían se han comprado los periódicos y las televisiones y desde ellas, convencen a los que sufren sus abusos de que son inevitables y hasta convenientes y que en el fondo, hasta les hacen un favor abusando de ellos. Y funciona.