Hace un año hoy.

Cuando leo que Amancio Ortega es el mas rico del pueblo, que Mango triunfa dónde va, lo buen negocio que es El Corte Inglés o Inditex, lo que gana H&M o J Crew o Gap o Primark siempre pienso en lo mismo. Por si se me olvida, periódicamente pasan cosas que me lo recuerdan. 

Hace un año ocurrió una de las mas trágicas, mas impresionantes. Murieron 1.135 personas, resultaron heridas 2.500. Las mataron la avaricia y la irresponsabilidad de unas marcas dispuestas a todo para ahorrar unos céntimos en el precio final de una camiseta o de cualquier otra prenda perecedera e inútil. Si hubiese ocurrido en otro sitio, en cualquiera de los paises dónde obtienen sus beneficios esas empresas, habría mucha gente en la cárcel, las familias hubiesen recibido compensaciones acordes con la tragedia y es impensable que no hubiese tenido consecuencias políticas. Pero pasó en otro sitio, miserable, lleno de esclavos y gobernado por títeres crueles a los que les importa poco la vida de sus conciudadanos.

Hace un año, se hundió el Rana Plaza, la maquila con nombre de hotel de lujo en la que se amontonaban decenas de talleres en los que eran torturados sistemáticamente miles de inocentes desesperados a los que se hacía creer que lo suyo era un trabajo porque cobraban un mísero sueldo por dejarse allí su vida y su salud.

Ismail Ferdous estuvo allí. Lo prueban fotos como éstas



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Ahora el New York Times publica un recuerdo de aquello, lo que llaman Op-Docs (los textos de opinión son Op-Eds, estos son documentales de opinión, parece, de ahí el nombre). Un video codirigido por él, narrando sus experiencias del dia. De la zona de guerra. Y lo que significa volver a encontrarse con las etiquetas que fotografió allí. El se cree eso de que fabricar barato es inevitable porque es lo que quiere el cliente y el vendedor está obligado a dárselo. Habria que aclararle que hay quién ha calculado cual sería el coste de mejorar la situación de los trabajadores: apenas unos céntimos. Los fabricantes locales se llevan 50 céntimos por una camiseta que se vende a 10 euros. Sería posible cambiarlo, pero empeoraría la cuenta de resultados de Zara, Mango, Primark, etc. en algunos insignificantes millones de euros. O la camiseta costaría 10,50 euros, demasiado, parece.

Las negociaciones para corregir la situación se habían iniciado hace 6 años. Desde entonces ha habido tres incendios que han acabado con la vida de unos cientos de trabajadores. Nada como Rana. Pero no han avanzado ni parece que lo vayan a hacer. Solo un puñado de marcas se han comprometido y a muy poco.

Hay una campaña -the cost of fashion- organizada para conseguir indemnizaciones y cambios, pero no parece que esté teniendo demasiado éxito. Los pocos cambios que se han producido (sobre todo en la conciencia de los trabajadores explotados, y algo de mala prensa para los explotadores) han tenido otros efectos, previsibles: las mismas firmas resiopnsables de lo ocurrido amenazan con llevarse la produccion a paises africanso o incluso en inmprtar trabajadores sudaneses o etiópes para hacer funcionar sus fábricas en India. Lo importante es lo importante.

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