Es una de esas personas que me hubiese gustado conocer: Larry Burrows murió haciendo su oficio, cuando el helicóptero en que viajaba con tres compañeros fue derribado en Laos, durante la guerra de Vietnam. Ahora se exponen 90 de sus fotos en Valladolllid, coincidiendo con el 50 aniversario de su muerte.
Uno de sus primeros éxitos fue la historia de uno de esos vuelos, un viaje con Yankee Papa 13. Su libro sobre Vietnam es un clásico, uno de los mejores que se hayan publicado sobre la guerra. El tipo componía, con una especie de elegancia inglesa, una figura de héroe. Despues de ver este retrato, le dan a uno ganas de ponerse una chaqueta M65 y cogarse del cuello una Leica antes de salir de casa. Me recuerda a Tim Heterington.
Forma parte de une generación seminal, la de los reporteros que cubrieron esa guerra, que fijó definitivamente el estilo y los parámetros del género. Probablemente fue tambien la última cuya obra tuvo una influencia real sobre la política. A los halcones del Pentágono les gustaba decir que la guerra se había perdido por su culpa.
Horst Faas y Richard Pyle, ex directores de la oficina de AP en Saigón, encontraron en el 96 el lugar donde cayó el helicóptero. Quedaban tan pocos restos humanos que la identificación fue posible en parte por el número de serie de los restos de la Leica de Burrows. Faas y Pyle publicaron Lost over Laos, la historia de ese último viaje, y Requiem, una coleccion de fotografías tomadas por los 135 fotoreporteros muertos en Vietnam. Paradójicamente, la mayoría, de Robert Capa a Keisaburo Shimamoto, que murió en el mismo accidente que Burrows, no eran americanos.
Aqui está Burrows haciendose la pregunta que atormenta desde siempre a los fotógrafos de guerra ¿Es lícito beneficiarse del sufrimiento ajeno?