El
New York Times informa de que dos señoras de Indiana compraron en un mercadillo una maleta con 200 imágenes del gran Weegee, una colección en la que hay de todo, fotos conocidas y algunas nuevas, que el museo de arte moderno de Indianapolis se ha apresurado a adquirir.
Muy adecuadamente, las fotos y una colección de cartas y otros documentos, estaban en un arcón tapizado con un estampado tipo zebra. Las cartas eran casi todas banales, pero alguna -un pedido de puros, una carta escrita desde Munich diciendo que la película se iba a retrasar porque llovía todos los días y no podían encontrar dos enanos- daban alguna pista. Las compradoras pensaron que eran fotos familiares y estaban considerando tirarlas a la basura, pero afortunadamente tenían un amigo algo mas inteligente que las dirigió hacia el museo.
Wegee es un tipo admirable, y hasta entrañable, aunque en persona supongo que debía ser difícil tenerle cariño. Inmigrante judío pobre (se llamaba Usher Fellig, usaba lo de Weegee porque pensó que era como se pronunciaba en inglés ouija) podía haber llevado una existencia anónima y difícil, pero tenia grandes dosis de
chutzpah -esa cualidad indefinible que combina bravura,insolencia, chulería, desmesura, atrevimiento- que le llevaron a hacerse un hueco en la historia. Como es bien sabido, vivía en un apartamento situado sobre una comisaría, pegado a una radio de policía, llegaba antes que nadie a la escena del crimen y hacía cualquier cosa para conseguir una foto que pudiese vender. Se movía con su pesada Speed Graphic y su enorme flash por cárceles y comisarías como Pedro por su casa, aunque también hacia trabajos
normales (inauguraciones, actos políticos, gente en situaciones normales, hasta la opera y el teatro). Tenia aversión al día -los que trabajan de día son gilipollas, dejó dicho- y exprimía hasta el ultimo céntimo sus habilidades. Hacia, por ejemplo, fotos callejeras, como la de estos niños, las imprimía en el papel mas contrastado que encontraba para que saliera
n las caras bien blancas y se las vendía a la familia. "A mis clientes, italianos, puertorriqueños, latinos, les gustan sus niños bien blancos".
Desde luego sabia dar al cliente lo que quería: sangre, vísceras, incluso imágenes ñoñas. Y era un fotógrafo de primera que usaba muy bien las herramientas de que disponía. Su receta para una buena foto de prensa (f8 y estar allí) sigue siendo infalible, y su uso imaginativo de los avances del medio, un rasgo a imitar. Recuerdo, por ejemplo, sus extrañas imágenes infrarrojas, técnica que utilizaba para hacer fotos de las parejas que retozaban de noche en las playas de Coney Island o los espectadores de los cines.
Wegee the famous, como sellaba sus fotos, se hubiese hecho multimillonario empleando una mínima parte de sus habilidades en el marketing de cualquier negocio en aquella América de posguerra. Supongo que solo la fotografía le permitía explorar zonas oscuras y satisfacer otras ambiciones.
Es raro que aparezcan imágenes perdidas suyas, su compañera cedió a su muerte su colección de negativos y copias al
International Center of Photography de Cornell Capa. Pero lo que mas me intriga de esta historia de la maleta con rayas de zebra es lo mas simple: ¿cómo puede alguien pensar que
imágenes como estas son instantáneas familiares? ¿Como será su familia?